sábado, 29 de agosto de 2015

Una Coca al tiempo para vos. Brindis de despedida

Me incomodan mucho los velorios. Soy algo salvaje (lo comprendo) pero es que me siento inmensamente imprudente y, entre nos, no entiendo bien qué es lo que se espera de mi. 
Los largos sillones de cuero negro. El lúgubre y frío mármol. El olor a consomé y flores. Y ese jodido sentimiento de impropiedad. Saludás con un "buenas tardes"? con "cómo está"? "Y, que tal?" "Que onda? (con voz grave). Definitivamente no. Ninguno de los anteriores. Entiendo que lo mas apropiado es un breve bajar de cabeza y un abrazo medio superficial (ni tan corto que pueda interpretarse incómodo ni tan largo que pueda propiciar el llanto). 
Llorar puede no ser apropiado. Por lo menos no a gritos. Y no por mucho tiempo. Que clavo. 
Platicar. Del clima, la política, los momentos vividos con el difunto. Nada demasiado personal pero tampoco querés parecer frívolo. Contar, escuchar y repetir (cuantas veces sea necesario) los detalles de las últimas horas. Que si el accidente. Que si las llamadas. Que si el último suspiro. Todo sin parecer insensible pero tampoco morboso. Y los chistes. Siempre hay un grupo contando chistes. Por educación, te reís. Pero no mucho. Es un velorio, pues. 
Nunca he comprendido la dinámica esa de "acompañar a los dolientes". 
Si estás de duelo, querrás paz. Querrás un poco de intimidad con tu familia. Querrás llorar. Querrás todo menos un ciento de visitantes expectantes sentados por horas esperando el café. 
Esas pocas personas cercanas, seguro. Pero y todo el montón que no lo son mucho? 
Esta tarde de lluvia me encuentra, claro, en un velorio. Un señor algo grande ya. Alguien mas que cercano.
Alguien que "estaba malito" desde hace tiempo. Alguien que "está descansando al fin". Frases acompañadas de una mano comprensiva sobre el hombro ajeno y/o el pecho propio repetidas mil veces con grados variantes de sentimiento. Muestras de consuelo, creo.

El jefe del difunto y los compañeros de trabajo del hijo. Las vecinas de la hermana.  El compañero del Liceo promoción 1845. La prima de Estados Unidos que no viajaba a Guate desde el 89. Y las enemigas declaradas que me gané desde la secundaria. Aquí todos compartimos sillón y una bandeja de panes. 
Estoy segura de que no entienden lo que significa perder a alguien amado. A un papá, por ejemplo.
Si fuera así no estarían aquí contando chistes y hablando sandeces. O ha de ser que estoy sensible. La pérdida tiene ese extraño efecto en mi. 

Entre la lluvia y el murmullo de cien voces pienso en cómo el gentío acompañante puede hacernos sentir "bien" en un momento determinado. 
No dicen, pues, que cuando las alegrías y las bendiciones se comparten tienden a multiplicarse? 
Nunca fui buena para la mate, pero el gentío no hace sentido en esta tarde de luto. O será que con las penas pasa al revés? 
Se me ocurre que el corazón, al sentirse acompañado, se dilata. 
Y que un corazón ensanchado está en mejor capacidad para gozar de las alegrías y mejor defendido de las penas.
Y, entonces, acompaño. Acompaño a los invitados con café y abrazos. Con plática superflua. Con algún chiste, si es que lo piden. Ya tendré tiempo para llorar, mas tarde. Cuando esté sola. Dios nos guarde de desatender a los invitados. 

"Sea fuerte" me dijeron casi todos y-pues-les hago caso. Soy esa señora que no sabe bien qué es lo que se espera de ella y, entonces, un poco (bastante) incómoda. Pero fuerte. Son las tres de la mañana y soy la señora sentada en la esquina del salón que escribe alguna tontera en el celular cada vez que siente un nudo en la garganta. 
Nudo que se baja con un trago al tiempo de Coca, Coca que trajo de casa. Coca en botella que compró hoy al medio día cuando supo que su papá había fallecido y necesitó bajar el trago amargo con algo de azúcar. Coca cuya botella-elegida al azar-lee: "Para compartirla con papito". 
Y sí: brindo por quien fueras en vida, porque cada doliente tenía una historia que contar (y anoche las escuché todas) y por la vieja maña de hacernos los fuertes hasta que tengamos-al fin-un momento de intimidad. Salud, papá. Esta Coca al tiempo va para vos. 

1 comentario:

  1. que bello texto, íntimo, una dulce y secreta puñalada, salud por su papito!

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