domingo, 21 de septiembre de 2014

Maléfica: ser mala por fuera y buena por dentro

Se preparó por semanas. El traje y los cuernos. Los ensayos.
Enorme expectativa y hasta invitaciones. Y al fin se llegó el tan esperado día: la presentación de Expresión Artística del Segundo grado de Primaria con la obra "La Bella Durmiente". Ella representaba el papel mas interesante de todos: la maléfica.

Intuí su genialidad artística cuando la escuché practicar la carcajada sonora que nos caracteriza a los villanos. Sencillamente genial.

La cita era para un jueves por la tarde, un jueves de horario particularmente complicado. Traté de organizar compromisos, cancelé sesiones, hice cálculos mentales de kilómetros y minutos con el afán de cumplir. Cargué la cámara de fotos y mandé un mensaje a su mamá: "Amiga, voy en camino. Guardame lugar". Pasé por unas flores moradas para congratular a la malvada villana (y confieso que nunca antes había hecho esto por otra mujer, pero es que esta nena es una dama). Y, corriendo con prisa frenética, tomé rumbo.

Caos vial. Llovizna. Malos cálculos."Ya se terminó, amiga, pero llegate a la casa. Te esperamos con pizza"-leía el mensaje que me encontró convertida en una mujer severamente frustrada a un lado de la Calzada Roosevelt luchando contra un mar de carros estancados y con los ojos llorosos.

"Le fallé", pensé mientras recordaba el día en el que esta genial niña ablandó mi corazón de villana. Fue hace algunos meses. Me llamó por teléfono para pedirme que fuera su madrina."Estás segura de que voy a hacer un buen trabajo? Creés vos que voy a ser un buen ejemplo?"-"Sip"- con demasiada seguridad para tener solo 7 años-."Démosle, pues" (con lágrimas en los ojos pero sin perder la compostura). Y justamente pensé en esa frase mientras cruzaba al Periférico. "No estoy haciendo bien mi trabajo. Me lo perdí, soy un mal ejemplo y un mal ser humano".

Llegué a su casa y me recibió con el disfraz aun puesto: "Que bueno que veniste". Sonreí avergonzada. "Perdoná lo tarde..." justificación que se vio  interrumpida por el abrazo mas cariñoso y genuino del mundo.
Mientras me abrazaba entendí: es ella quien está dándome un buen ejemplo a mí.  Era yo quien debía aprender. Y ese jueves por la tarde llegué a recibir la lección mas importante de todas: el verdadero amor es incondicional.
A pesar de mis fallas y miles de defectos, ella me recibió con amor genuino, cuernos negros y ojos brillantes:  "Pasá, Ximena. Vamos a pedir una pizza".
La villana disfrazada me mostró su corazón puro, sin rencores ni vinagres. Un corazón perdonador que sonríe, agradece y abraza a pesar de las decepciones. Lección agradecida.
Me dedicó una de esas miradas que solo las villanas disfrazadas conocemos mientras le daba la primer mordida a su pizza. Se la devolví con gusto.
Y es que son esas miradas las que nos delatan tal y como somos: malas por fuera, buenas por dentro.
"Tomémonos una foto, pues. Poné cara de Maléfica!" Pero no pudo, y es que el corazón se le sale por los ojos. (Y a la prueba me remito).



P.D. Ayer fue el cumpleaños número 8 de esta princesa. Felicidades, Sofi.




domingo, 14 de septiembre de 2014

Tradiciones y estereotipos: lo que los padres heredamos a nuestros hijos

Nuestros hijos. Nos esforzamos día a día por darles un futuro mejor y entendemos que en este esfuerzo se encuentran condensados la responsabilidad y el orgullo que implica el ser padres. Personalmente, he de decir que la herencia que quiero dejar a mis hijos se resume en proporcionarles la mejor educación que mis circunstancias me permitan. La habilidad de enfrentar la adversidad y convertirla en oportunidad.Y, de ser posible, unos cuantos quetzales bien ganados. Esto y una que otra tradición.
Una que otra, digo, pues hay algunas que preferiría no dejarles.

Me pasa todos los años durante estas fechas. No comprendo las razones de ciertas tradiciones con las que celebramos las fiestas patrias. Confieso que no le encuentro mucho sentido a las antorchas y los desfiles. Pero, personalmente, detesto la vergonzosa costumbre de disfrazar a los niños "de indito" para que vendan en el "mercadito". Y me molesta aun mas que sean los centros educativos quienes promuevan esta costumbre.

Reflexionemos un poco y consideremos lo siguiente: ¿qué valor estamos perpetuando con esta práctica? ¿Qué riqueza cultural le significa este estereotipo al país? ¿Qué le estamos enseñando a nuestros hijos por medio de esta tradición?

El hecho de que nosotros, padres de familia e instituciones educativas, no comprendamos el racismo del acto es precisamente la muestra mas clara de que somos un país racista desde la raíz.
Y no solo se trata de "disfrazar" a nuestros hijos de una etnia que no les corresponde. Ser indígena no es algo de lo que haya que disfrazarse. Pero creo que lo peor de todo no es el estereotipo que esta tradición implica. Lo peor es que a los niños, nuestros hijos, se les dice que esto es ser patriota. Y eso es lamentable.

Los padres somos responsables de inculcar y transmitir valores a nuestros hijos. Es por esta razón, y en celebración a la independencia, que los invito a reflexionar sobre esta tradición y evaluar su postura. Esta es mi forma de celebrar las fiestas patrias y construir un mejor país para mi y para mis hijos.

Reflexionemos sobre las tradiciones que heredamos a nuestras futuras generaciones. Ejerzamos nuestro derecho a cuestionar lo que siempre ha sido y a dejar atrás tradiciones racistas.  Ejerzamos la libertad de criterio, que tanta falta nos hace para construir un mejor país.
Libertad, criterio y patria. Esta sí que es una herencia digna de celebración.
Feliz independencia.

domingo, 7 de septiembre de 2014

La vida es un regalo

"La vida es un regalo"
Reflexiones sobre cómo el corazón no se arruga jamás

Ximena Fuentes
Psicóloga
sonparaescuchartemejor@gmail.com

Esta semana me sorprendió escuchando la historia de amor de una señora de 81 años. "Nunca antes he estado en esto de ir al psicólogo, así que disculpe si lo hago mal. Usted me dice, patoja" fue su saludo. Entró a la clínica con paso lento y pelo blanco, manos pecosas y ojos llenos. 81 años.
Sonreí entendiendo que esta no sería una sesión ordinaria: la vida me estaba concediendo un enorme privilegio.
"Se ha enamorado alguna vez?", me preguntó a quemarropa mientras se sentaba.
"Si..."-titubeante-"Me alegro. Yo también. Pero le digo, eso de enamorarse pasa una sola vez..."
Una sola vez? Pude escuchar cómo mi corazón crujió ante tan devastadora verdad. "Así dice el poeta, que una sola vez llega el amor. Que las demás veces son solo intentos nuestros de replicar ese sentimiento" llegué a responder mientras intentaba contener un suspiro.

Su motivo de consulta era una problemática familiar común pero, según me dijo, eso no le quitaba el sueño. Me preguntó si podía utilizar el tiempo de la sesión para hablar de "cosas mas importantes". Asentí.

"Estaba algo nerviosa, le cuento. Pero mi nieto me dijo que ir al psicólogo era hablar de mi vida y por eso quiero hablar sobre el amor. La verdad es que uno no puede contar su vida sin hablar del amor.  Ya ve que si uno no ha amado quiere decir que no vivió bien". Abrí los ojos en señal de sorpresa y, como buena psicóloga, traté de tomar una nota mental de esta genial enseñanza.
"Todo empezó cuando yo tenía 17 años. El se llamaba Luis...".
Seguí escuchando, fascinada, sobre un amor que duró casi cincuenta años.
Casi, porque Luis murió.
"Qué ha sido lo mas difícil, después de la muerte de Luis?"-pregunté.
Lo pensó por un momento.
"La soledad. Extraño llegar a la casa y que siempre hubiera alguien esperándome. No es lo mismo sola. Es que la vida no es de a uno, es de a dos".

"La soledad"-repetí.

"Sí. La soledad. Aunque se aprende a salir adelante. A sobrellevarla.
Pero, sabe? esta fuerza y esta alegría que tengo se la debo a Luis, porque todo esto que le cuento,patoja, se resume en una frase que él repetía mucho: la vida no siempre está envuelta en papel bonito ni trae moña, pero agradecela porque sigue siendo un regalo".