domingo, 22 de mayo de 2016

Del destino: que pase el desgraciado


 

Supe que la señorita Laura deja la televisión: tragedia mundial. O-por lo menos-en mi mundo. Pero me di el gusto de conocerla en persona. Fue hace algunos años y después de una larga fila en el estadio La Pedrera que logré llegar a mi asiento VIP. Y es que la ocasión lo ameritaba: hay algo de admirable en esta dama-personaje. 

Ella es lo mas cercano que conozco a un super héroe. Mas allá de los dramas, los golpes y la novelería, había siempre un carrito sanguchero. Carrito que transportaba a la víctima de un fatídico destino a una vida digna. Una vida en donde se deja de teatros y se hace responsable de sí misma. 

 

Y es que creemos que el destino es una fuerza sobrenatural inevitable e ineludible que  dicta todo suceso que enfrentamos. Que nos roba de la santa capacidad de libre albedrío, nos gobierna y mangonea sin piedad. 

 

Pero si el destino  es una sucesión inevitable de acontecimientos de la que ningún mortal puede escapar, dónde queda nuestra responsabilidad? No tenemos un decir sobre el rumbo de los hechos y el desenlace de nuestras historias?

 

Quiero pensar que sí: que somos autores directos. Que la conciencia destrona al destino y da alas a la libertad. Y digo libertad, pues tomar conciencia nos aleja de los moldes establecidos por la cultura y el contexto y nos permite tomar acción. Tomar acción y apropiarnos de nuestra historia. 

 

Estar consciente. Esta no es  tarea fácil en esta mugre sociedad que nos invita a reaccionar con miedo. Con sumisión. Con ciega obediencia. Cada vez que desconocemos el poder transformador de la conciencia nos acercamos inexorablemente al lugar de la víctima.

 

Confieso habérmelo topado varias veces: en un aereopuerto, en un concierto de Pandora y no hace mucho en un McDonalds.

Lo vi justo a los ojos y le dije: no, gracias. Me niego-señor destino-a esta imposición que me plantea. Gracias, pero hoy decido tomar un camino diferente. Me resisto a seguir a la manada y no necesito una razón que me justifique. Solo no, por convicción, gracias.

 

Platicaba con ella ayer-una de esas tan sinceras charlas imposibles con alguien mas-que a diario doy gracias a la vida por permitirnos-a ella ya mi-ver otras opciones. Y no solo ver, tomar y asumir otras opciones que nos permiten-a los casi cuarenta-ser felices poseedoras de una vida plena. Plena y no como la de todas las demás. Irónico es que ella y yo nos conociéramos en un colegio: un colegio de niñas uniformadas y cuadradas en donde ser diferente era mal visto. Mal visto será, pero hoy es esa la misma fuente de satisfacción: somos diferentes, nos atrevimos. Retamos-ella y yo-al destino que se nos plateó a todas y cada una de las cientos de niñas uniformadas. Nos sabemos sobrevivientes desde entonces. 

 

Y es que desde esa corta edad aprendí que el destino es quien nos lleva a cierta circunstancia, pero soy yo quien decide sobre la misma. Descubro, desenmaraño y aprendo de todas y cada una de las experiencias. Pasó con el uniforme,pasó con la masificación educativa, continúa pasando. Aprendo. 

 

 

Aprendo y me asumo: diferente,salida, retadora.  Y me asumo porque leí (varias veces) el libro ese que dice que "los hombres son dueños de su propio destino. Pueden cometer los mismos errores o, incluso pueden huir de todo lo que desean y de lo que la vida, generosamente, coloca ante ellos". Pero yo-hoy-ya no huyo. Hoy me asumo y no me resigno solamente.  Hoy desafío al destino y elijo la libertad.

 

Si no tenemos fuerza para imponer nuestros propios términos a la vida, debemos aceptar los términos que ella nos ofrece. 

Así que, si yo decido, y yo escribo mi historia, y yo me apropio, invito-entonces-al destino a tomarse un trago conmigo, esperando compartamos un par de carcajadas. No le tengo miedo ya, es más: que pase, el desgraciado. 

(Continuará)