domingo, 28 de agosto de 2016

Medallas Reflexiones sobre los Juegos Olímpicos (I)

Nada tan efímero como el tiempo. 

Tengo casi 40 años de verlo pasar y aquí estoy. Desafiando parámetros bíblicos y sociales: tratando de ser exitosa en lo laboral aunque gane menos, obligada a cumplir con roles de madre/mártir y empleada doméstica sin sueldo, aunque lo odie. 

Mis opciones se limitan básicamente a dos: ama de casa/madre o ama de casa/madre que también trabaja fuera de casa. 

Desayuno de ventanilla en McDonald's-cuando el presupuesto lo permite-y de prisa, aunque siempre llegue tarde a donde sea. El tiempo es así, presuroso. 

Ha de ser porque a las "mujeres modernas" nunca nos alcanza el tiempo para nada. Casi siempre-y digo casi por no sonar extremista-estamos ocupadas en los asuntos de los demás: vivimos para facilitarle la vida a otros y a eso le llamamos generosidad. 
El día se hace corto si atendemos "generosamente" todas y cada una de las necesidades de quienes nos rodean. Para nosotras no hay tiempo, nunca. 

Empleamos la vida en conocer a otros, en procurar para otros, en aliviar a otros. 
Conocer, procurar y aliviar antes de que lo necesiten, es importante atenderlos al pensamiento y estar preparada para cubrir las necesidades que puedan tener. Necesidades pasadas, presentes, futuras, reales e imaginarias que puedan otros tener. Y así-en otros-es que se nos va el tiempo. 

Tiempo. Empleo mucho tiempo peleando. Y-que quede claro-pelear no es algo que me divierta. No lo disfruto, pero el tiempo se me pasa peleando: contra la incongruencia, por procurar la justicia, por que triunfe el sentido común. Calles, bancos,restaurantes o parqueos privados, son estos mis campos de batalla.  Pelear por un trato digno es algo que me toca hacer a diario. No es electivo, solo pasa así cuando vivís en un lugar tan machista y tan violentado. 

Violentado. Las mujeres con agallas no somos populares por aquí. Entre la pobreza, la corrupción, la escasez y el mal futbol, una mujer peleonera es ya demasiado. Así que será mejor que la mujer esté callada. Será mejor si es obediente. Será mejor si es generosa.   

Mas apresurada que Usain Bolt, rescatando desvalidos como la nadadora siria, porrista del equipo de refugiados sin destino. 
Justo así es que estoy: nadando contra corriente, cargando el peso y la responsabilidad de todos y de todo pero-a fuerza- sonriente. Sonriente y presurosa, como Bolt. 

Natación con peso, carrera cronometrada, lucha sonriente: medallas invisibles que llevo sobre el pecho. Peleo. 

Peleo por ese derecho inalienable que tengo a quitarme la careta y ser yo: yo vulnerable. Esa mujer que se ha hecho fuerte a fuerza de pleito y que necesita-a veces- llorar sin que se le tilde de loca. 

(Continuará)