sábado, 7 de marzo de 2015

Cuestión de tiempo (y no es malo lo que siento): los fantasmas de los amores presentes (parte 2)

La favorita de mi favorita. Banda y canción: infaltables en mi playlist de vida desde siempre. Pero esta melodía (que debió ser poema) nunca tuvo mas sentido que en este tiempo: tiempo difícil para amar.

Y sí, lo confieso: ha sido difícil.  En especial para mí, que me creo inmune a esto de los vaivenes del corazón. Pero, claro, el entrenamiento kaibil emocional que me atribuyo y ha acompañado a tantos en el camino del amor no ha funcionado-en mi caso-  tan bien como esperaba. Cuchillo de palo en casa de herrero, dice en refrán.

 

Lo mas difícil, creo, fue aceptarlo. No soy tan salsa. No me las sé todas. Y no estoy en mi mejor momento. Para cualquier otro podría ser algo sencillo de exponer. A mí me fue muy difícil. Este tiempo de tan significativo reajuste emocional me ha llevado a cuestionarme mi futuro, mi profesión e inclusive mi capacidad humana. Y verme vulnerable ante todos aquellos a quienes alguna vez ayudé me hace sentir bajo la lupa.   Cuestionada en mi propio fundamento. Incongruente.

Pero esta necesaria y mas que urgente exposición me ha permitido ubicarme en una nueva realidad. Y, claro,a veces me asusto. A veces me siento sola. Y casi siempre, me abruma la expectativa. El futuro que (ingenuamente) creía tener planeado me sorprendió con una nueva vuelta. El resultado es que, hoy soy humana. Hoy soy "de carne y hueso".

Estas dos últimas han sido largas madrugadas de desenmarañar sentimientos que había tenido trabados en la garganta por bastante tiempo ya. Negación y minimización, sobre todo. "Solo pensamientos, no es momento para hablar", tarareo.

Sueño una libertad que pronto dejará de ser sueño. La siento tan cercana que me es palpable. Pero aun no llega. Aun no.

Son las tres de la mañana y lo único que anhelo es tomarme un café con Alix Bauer y su dulce voz.

A Alix le diría, "El que arriesga no pierde nada. No pierde, solo gana".

Y esto es válido tanto en el juego como en el amor. Ganamos valor, ganamos experiencia, ganamos siempre.  Y el tiempo. Después de tanto, la vida (al fin)  nos permite un amor real y sin idealizaciones. Un amor humano.

 

Ganamos las orgullosas cicatrices y las llevamos como medallas sobre el pecho.  Nuestros ojos reflejan, ahora, la única certeza humana: el amor vale la pena. Vale la pena todas y cada una de las veces.

 

Puedo ser hoy una ciudad en ruinas. El remanente después de un fuerte  tornado. El minuto justo después de que ocurre un tsunami. Pero el fantasma de los amores presentes me escuchó susurrar: "Mírame, soy cuestión de tiempo". (Continuará)

 



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