sábado, 14 de marzo de 2015

Los fantasmas del amor futuro: ni capa ni espada, solo realidad.

"No trae capa puesta, pero te prometo que el amor viene volando"-le dije sonriendo a mi paciente. Suspiró con alivio mientras se secaba las lágrimas. "Segura?"-"Sí".

Y es que esta chica tiene miedo de que el amor no la encuentre. Lleva ya 29 años esperándolo,según me contó la primera vez que nos vimos.

 

Fue justamente en esa ocasión que me dijo: "Quiero un caballero. Caballero de capa y espada, tal y como debería de ser"-en un tono demasiado rígido para ser tan joven.

 

Y allí estaba, lo reconocí al instante: el peor de todos los fantasmas. El infame "debería de ser". Esa irreal expectativa con la que cruelmente medimos y comparamos. Ese fantasma inalcanzable que no nos permite ver la riqueza que tenemos frente a nuestros ojos. El "es" no es suficiente. El "debería" siempre es mas.

 

"Capa? Como la de Superman? Tipo Walter Mercado o de lluvia?"-pregunté en tono serio y levantando la ceja (así lo como hacemos los psicólogos). Me miró con ojos sorprendidos. "Capa. Como la de los príncipes, creo. Aunque ahora que lo pienso, se vería bastante ridículo, no?"-"Bastante"-aunque entre lágrimas, volvió a sonreír.

 

Y es que los príncipes soy muy pocos: el de Asturias, el de Cambridge y el de Mónaco. Y, según entiendo, todos lejanos e inaccesibles. Y no usan capa (a menos que esté lloviendo). Espada, corcel y título nobiliario: ningún hombre va a cumplir con esas expectativas. Y ese hecho es digno de celebración. Nada de cuentos.

 

Y, entonces, toca enfocar nuestros deseos y solicitudes. Nada de idealizaciones.

Urge botar las ideas de príncipes y princesas para aceptarnos como los hombres y mujeres falibles y defectuosos que somos: porque es hasta pasada la batalla que descubrimos lo valientes que somos.

Y, entonces, anhelemos un hombre con guerras. Con cicatrices. Con experiencia.

 

Seguro será así: nos enamoraremos de alguien que tiene el corazón roto ya. Corazón con remiendos. Uno que ha permanecido "fuera de servicio" por algún tiempo.

Y nos toca ser cautelosos. Y pacientes. Amar a distancia. Respetar los límites impuestos. Preparar terreno (después de todo, hemos aprendido a apreciar) Acompañar. Esperar pacientemente el día en el que ese corazón esté dispuesto a amar de nuevo.  Momento en el que el príncipe caído nos perciba como la prometedora oportunidad que somos (y no como una eminente amenaza). Y ya.

 

Sentí caer al suelo el manto brillante de Walter mientras me decía: "Y es de las cicatrices y botas polvorientas que nos encariñamos. Sobre capas caídas es que nos enamoramos de verdad. Y la recompensa es esa: mucho, mucho amor".

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