sábado, 28 de febrero de 2015

De ver al tesoro con nuevos ojos Los fantasmas de los amores presentes ( parte I)

Hace poco me enteré que Laura León celebró este mes del amor estrenando pareja. O, al menos es lo que decía el noticiero de chismes. Estar al día en relación a las pretenciosas noticias de la inútil farándula es uno de los premios que me regala el insomnio.
Hoy he de confesar que la señora León siempre me ha parecido fascinante. Y aunque su cuestionable talento artístico y sensualmente chabacano estilo no son precisamente una fortaleza, la admiro por su explosiva prestancia. Mujer bomba.

El cadencioso ritmo de una de sus canciones es la fuerza que me obliga (en todas y cada una de las ocasiones) a inaugurar cualquier sesión de kareoke, pero mi absoluta devoción vino después de una entrevista televisada que tuve el honor de ver. Doña Laura, tratando de ser la dama que no es y mostrando un mas que provocador pijazo dijo sonriendo a un nervioso conductor:  "Enseño las piernas, tesoro, para que no me vean las arrugas de la cara". Y esta genial actitud es exactamente lo que he aprendido de los fantasmas de los amores presentes.
Engalanar las virtudes pero también mostrar las carencias.
Presentarnos tal y como somos. Luz y cicatrices. Defectos, mañas, logros y medallas. Todo. Junto. Todo. Real. Es esto lo que, por justicia, nos toca hacer.

Y creo esta modalidad, perfecta mezcla entre resignación y libertad, representa un bien merecido premio que recibimos después de tantos intentos de amar.
Es esta desfachatada libertad la que nos encanta también de las tiendas de segunda mano y los programas de restauración, tan de moda en la tele. Considerando la experiencia acumulada  es que logramos estatutos sobre lo que es verdaderamente importante: la calidad, la estética, la historia detrás, el encanto. No importan los rayones. Esos, de así quererlo, podremos minimizarlos.

"Quiero que escriba una nota de amor para su esposa" le dije a mi paciente."Nota? Como una carta, dice usted?" "Pues si la inspiración se lo permite, sí. Una carta,aunque la cantidad de letras no importa. El sentimiento genuino es lo principal".
Y así fue que puse en serio aprieto a don Luis: hombre de 63 años, chofer de bus extraurbano casado hace 40. Don Luis.
Jamás imaginé que la sorprendida sería yo. A la siguiente sesión se presentó con papel de servilleta arrugada en mano:
"Negra: lo que deseo para vos es que logrés verte con los ojos que yo te veo. Después de tantos años he entendido que sos mi tesoro".
Nuevos ojos para ver el tesoro que tenemos. Ese, creo, es el mejor regalo que podemos pedir.
(Continuará).








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