sábado, 14 de febrero de 2015

De perder la cabeza por amor y la importancia de los copetes

Regio. Esta es la palabra que asocio con José Luis Rodríguez. Mezcla entre altivez, orgullo y elegancia. Y el copete. Perfectamente dispuesto y ordenado. Mitad negro, mitad blanco, como suele ser todo en esta vida.

Recuerdo eran los ochenta y la portada del disco y estar sentada en el sillón verde musgo de la casa de mi tía Sheny (la mas apasionada y fiel fan de este individuo)."Voy a perder la cabeza por tu amor, como no despierte de una vez por todas de este falso sueño. Yo no soy la roca que golpea la ola, soy de carne y hueso" (y la escuché tantas veces que aún, treinta y pico años después, la repito de memoria).

Mi inocente corazón no terminaba de comprender el irracional estado que llevaba al Puma a perder la cabeza por amor. "Si pierde la cabeza, pierde también el copete".

 

No lo comprendí hasta que, años después, me pasó: perdí la cabeza por amor. El responsable, como era de esperarse,fue un ser no muy regio pero sí de copete admirable. Perdida.

Y la misma suerte tuvo la cabeza del sacerdote Valentín I, por quien se celebra esta ya tan comercializada fecha. Fué decapitado por casar a los soldados romanos antes de ir a la guerra. Y por hacerlo en este preciso día, que según calendario, veneraba al dios Lepercus (amo de la fertilidad). Sus acciones fueron consideradas una ofensa al imperio y, entonces a causa de estos crímenes, Valentín - perdidamente enamorado de la hija de su verdugo- fue decapitado. Perdió el corazón, la cabeza y la vida por amor.

Amor a sus creencias, amor a sus convicciones y amor a su chica. Amor.

 

Aunque, he de decir que los psicólogos (cuándo no ellos, metidos en todo) definen este sentimiento y a sus ya conocidas manifestaciones como Limerencia. Este estado está catalogado entre los arranques obsesivos y se considera como uno de consecuencias potencialmente dañinas. Dañinas pues, las hormonas desordenadas, las ideas repetitivas y la valentía exacerbada son (siempre) una cobinación explosiva.

 

Y, aunque transtorno mental temporal y potencialmente peligroso, el amor sigue siéndo válido. Válido y necesario.

Y creo eso es lo importante de esta fecha. El amor. Y no solo hablo de ese efímero y escurridizo sentimiento que , si tenemos suerte, nos sucede alguna vez. Hablo de las acciones que nos permiten demostrarlo. Aventarse. Hacer locuras. Perder la cabeza. Amar. Amar y no solo comprar. Porque esto del amor comercializado debería tenernos ya hasta el copete. (Continuará).


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