sábado, 27 de junio de 2015

De las apuestas y el amor (de cómo somos aprendices de tahur) Reflexión sobre el día del maestro

Por alguna extraña razón, esta mañana de junio me encuentra sentada en medio de un ruedo. Ruedo de ganado,de rodeo, de vaqueros. Soy esa señora que trata de no evidenciar su profundo sentimiento de inadecuación pero felizmente estrena botas y se tapa la cabeza con un sombrero prestado y "facebukea" mientras el desfile hípico avanza al ritmo de las trompetas rancheras. Chente. Chente bigotón.

 

Siento nostalgia. Hace algunos días escuché que Chente, Chente bigotón, había fallecido. Pero-para mi secreto y personal alivio-era nada mas un rumor. Al final, no importa si falleció o no, el alivio viene de eso: hay maestros que no morirán jamás.

Y es que-desafiando la teoría darwiniana- Chente ha sobrevivido intacto a las eras: el casette, el LP, el CD y hoy su voz de grito a galillo expuesto es indispensable en cualquier playlist. Y puedo apostar a que así será hasta el fin de la humanidad.

 

Es justamente en ese momento que suena esa canción: la favorita, la profunda, la necesaria: El tahur.

 

Confieso que en este preciso contexto no me da verguenza cantar. Cantar a gritos esta letra que conozco de memoria. Sucede así cuando el ritmo y el verso están en perfecta armonía y congruencia con mi alma.

 

El sentir, la punzada en el pecho, el rostro que viene a mente mientras canto un: "Va todo lo que yo tengo, si al amor quieres jugar". Todo lo que yo tengo, no podría ser de otra manera. Y aunque la vida nos hable en grises, el amor tiene otro idioma, idioma que solo sabe de blancos y negros.

 

Así es que dice la canción: cuatro ases contra cuatro reyes. "Del juego

así son las leyes, hay que aprender a sufrir" si es que queremos amar.

Y la lección es justamente esa: el que apuesta todo no pierde. Porque quien en el amor apuesta todo, gana experiencia, gana honor, gana aunque pierda. El que apuesta todo no pierde. El que apuesta todo sólo gana.

 

Conluyo, entonces que la estadística y sus leyes no valen si del corazón se trata.  Puede parecer poco práctico, pero el amor invita a jugar la partida con las apuestas en contra. Y nos obliga a pensar que podemos empujar las posibilidades. Y a guiarnos con intiuciones, sabiendo que no hay nada mas engañoso que el corazón. Hoy ases. Mañana reyes. Jugarnoslo todo. Todo. Y no: en el amor no es posible aspirar a menos que eso.

 

Y entonces, maestro, maestro tahur, hoy te recuerdo.

Recuerdo cómo me has hecho una mejor jugadora. Cómo me has enseñado a conocer bien mis naipes. Los ases y los reyes. Me has hecho experta en el delicioso y arriesgado juego de la finta.

Y a saber que no hay mejor premio que perder el miedo a perder.

A ti, maestro, es a quien debo esta enseñanza.  Contigo aprendí a jugar y siempre ganar (ganar, aunque sea experiencia, ganar aunque sean cicatrices).

Me enseñaste a jugarmelo todo. Y a que un todo es la única apuesta que me debo a mi misma. 

 



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