sábado, 23 de mayo de 2015

Vida de M: del pasado conjugado con tortura y el presente en deseo persistente. La madre que fui y la que soy. Tercera parte (y final).

"Las canciones que quise escribir" se llama uno de los 3 discos que compré con mi primer salario. Siempre-con algunas obvias excepciones- me gustaron las letras de Manzanero. El sentimiento, la universalidad y el hecho de que el Maestro se parece a Yoda.
Recuerdo con cariño ese tiempo. La música, la juventud y la incipiente noción de autonomía que recién conocía. Tenía yo 16, eran los 90 y la codependencia estaba en boga.

La codependencia. Maldita necesidad de complacer, de ser aprobada, de cumplir.
Es lo que la cultura nos demanda: poner las necesidades de los demás antes que las nuestras. Y cuando dependemos de la aprobación de un hombre, de la aceptación social y de los hijos, estamos sentenciadas a morir en vida. Morir en vida.

Años después, era yo una joven madre con la preocupación reflejada en el ceño (que aprendió a fruncirse solo), con un alma ansiosa por complacer: a las nuevas criaturas, al indescifrable esposo, a la acaparadora madre y a la temible suegra. Y a las amigas: todas mamás nuevas pero expertas en maternidad y crítica y comparación. Fieras.

Durante una de tantas noches de insomnio que me trajo la maternidad recordé la broma que hice a una amiga años atrás (estando aun soltera). Mi amiga me preguntó qué regalo de navidad le pediría a Santa.  Respondí que le había pedido amanecer rodeada de hombres guapos. Deseo cumplido. Ahora dormía con varios. Guapos y llorones. Llorones y demandantes que ocupaban mi mente y mi corazón y mi cama y mis fuerzas y mis días. Todos mis días.

Eran las tres de la mañana y trataba de terminar mi anteproyecto de tesis. Temerosa de que el sonido del teclado despertara a uno de los guapos. El teclado y la luz de la pantalla. La luz y el disco de Manzanero que escuchaba con el mínimo volumen posible. "Las canciones que quise escribir". Me costaba pensar en esa palabra que me parecía tortura: quise. Quise, del verbo querer pero en pasado. Quise, anhelo conjugado con tiempo que no regresará. Quise, en un presente cuasi perfecto que me dejaba con sabor a fracaso. Quise.

Esa noche quise. Quise contener las lágrimas. Quise enfocarme en los millones de tareas autoimpuestas como barrera para no sentir. Pero no quise despertar a los demás. Y, claro, puse las necesidades de otros delante de las mías: tal y como debía hacerlo.

Esas lágrimas contenidas son la razón por la quise también escribir estas líneas. Estas son palabras que quise escuchar entonces pero hasta hoy encontraron voz.
Son también las tres de la mañana. Escribo también mi anteproyecto de tesis (ahora de Maestría) y los guapos duermen.
Escribo a esta hora porque asistí a una fiesta hoy. Y ayudé a un amigo en pena. Y porque presté mis oídos a varias personas. E hice el almuerzo. Escuché, atendí, cumplí. Pero, principalmente, escribo a esta hora porque así lo quise.

Hoy comprendo que mi deber en esta vida consiste en recordar a diario que mi única obligación es conmigo misma. Hoy. Nunca mas un "quise" pero sí muchos "quiero".
Y esa será la mejor herencia que dejaré a mis hijos: un deseo y un hoy. Quiero.



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