sábado, 9 de mayo de 2015

Vida de M: de cómo soy madre pero también soy la Mujer Maravilla (parte I)

Antes de ser madre fui mujer. Y una mujer maravillosa.
Desenfadada, arrecha, llena de proyectos.

Al día de hoy, la matemática va algo así:
Mujer Maravilla por 39 años. Madre por casi 17. Este sencillo cálculo me ubica en una realidad bastante reconfortante. Es decir, tengo bastante mas experiencia en la primera. Y me la creo a diario. Que si me llamo Linda es por la Carter. A veces hasta uso dos pulseras iguales en cada una de mis muñecas y calzón azúl. Maravilla.

Y, aunque parecieran contradictorios, ambos roles son perfectamente complementarios. Complementarios. Pero este pareciera ser el secreto mejor guardado de la historia. Un secreto que quisiera yo-por el bien de la humanidad-develar.

Las veo en los pasillos del supermercado: madres recién estrenando título.
Mente sobreestimulada. Peinado de almohada. Ropa cómoda que grita desvelo y descuido. Enormes ojeras. Paso precavido empujando un carruaje divinamente adornado con juguetes y colchita de franela que combina y arropa a pesar de los 40 grados centígrados que el trópico nos regala.

Ojos desorbitados frente a 100 opciones de pañales, aparatos sacaleche, toallas húmedas orgánicas e hipoalergénicas y carísimas botellas plásticas que evitan el reflujo. Ceño fruncido ante las innumerables opciones y el peso de estas decisiones que parecen caernos de sorpresa y ser tan trascendentales que nos agobian.
Desoladas. Impotentes ante esa voz que viene del interior: "Jamás lo harás bien. Esto es demasiado. No sos capáz. Mala madre". Madre.
Alguna vez lo escuché. Y sí, mis ojos también se llenaron de lágrimas ante la terrible posibilidad: estoy haciéndolo mal.

Y yo solo quiero abrazarlas en la mas enorme de las empatías. Empatía de quien ha vivido esa misma tragedia antes. "No importa. Ninguna de estas muladas es trascendente. Creémelo. No importa. Ninguna de nosotras tenía (ni tiene) idea de lo que hace".  Ese es el secreto que quisiera decirles al oído.

Todas estamos igual de asustadas y de perdidas. Hacer las cosas mal. Ser mala madre. Tomar las decisiones equivocadas. Ahogadas por esa ola de felicidad y amor y cansancio y confusión que es la maternidad. Anuladas hasta nuevo aviso.

Pero, al mismo tiempo, nuevos ojos. Y un corazón multiplicado. Y un instinto protector que jamás imaginaste. Y la certeza del amor verdaderamente incondicional. Todos ellos regalos que te trajo también la cigueña. Superpoderes.

Y tu único enemigo serás vos misma. Vos y la tentación de renunciar a tus sueños por ser madre y creerte mártir. Y es que-a pesar de todo eso que estas pensando-seguís siendo una verdadera maravilla, mujer.
(Continuará)



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