sábado, 22 de noviembre de 2014

Dos escasos centímetros y una decisión por tomar

Los veo de lejos. Estoy sentada en una mesa cercana a la de ellos. Son una pareja de amigos. Amigos de esos que están a dos centímetros de dejar de serlo.
Es evidente: ella se arregló mas de lo usual. Se arregló para el.
Lo abraza cariñosa y recuesta la cabeza en su hombro, como buscando protección.
El recibe el abrazo sin inmutarse, pero se delata al momento de clavar los juguetones dedos en su largo y sedoso cabello.  Parece disfrutarlo. Inclina hacia ella su cuerpo de una manera casi imperceptible. La mira a los ojos. Sonríe.

La mesera, imprudente, los interrumpe con dos botellas de cerveza fría. "Algo mas, joven? Quiere ver las entradas, porque hay nachitos, papas...." "No, gracias. Solo"-respondió ella un poco tajante, pero sin dejar de verlo. "Y que los deje solos, porfa! Madre! Qué mujer mas imprudente"-pensé. Respeto, es lo que toca cuando se está en presencia del amor. Y es que es evidente: hoy es el día. Día para dejar de ser amigos y darse un beso.
Y el primer beso es un momento importante.
Importante pues no solo requiere del inocente coqueteo y de los nervios. Se necesita un monto considerable horas de reflexión obsesiva:  "¿Será que le gusto o no?" "¿Valdrá la pena tomar el riesgo?" "¿Será mi imaginación o de verdad se sonroja si me acerco?" "Son mariposas o es solo hambre?"

Las sonrisas pícaras. Las bromas subidas de tono. Los juguetones mensajes de texto. Las pestañas movedizas. El brillo en la mirada. Todos ellos indicadores engañosos. O señales certeras que nos lanzan una mas que obvia invitación. No siempre lo tenemos claro. Y es justamente esto lo que nos mata: no tenemos la certeza pero necesitamos tomar acción.¿Qué va a pasar si no? Qué va a pasar si sí? (siendo esta última la peor de todas las preguntas). La toma de acción es urgente. La imprecisa invitación bien vale la pena.

Los veo alejarse despacio mientras él pregunta: "Tiene frío?". Sin esperar respuesta pone la mano sobre sus hombros y  luego la abraza. Ella cierra los ojos por un momento.
La mesera imprudente y yo cruzamos miradas, ilusionadas. Ella, incluso, junta sus manos a la altura del pecho, en señal de oración. Ambas sonreímos. Es tan obvio que, aunque ajenas, podemos sentirlo: hoy es el día.
"Pilas patojos"-quise decirles, pero me contengo. No quiero ser imprudente (por lo menos no tanto como fue la  mesera). No quiero arruinar una noche que promete ser perfecta para este par de amigos, amigos de esos que están a dos escasos centímetros de dejar de serlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario