domingo, 16 de noviembre de 2014

De los abrazos y otros encuentros

El diccionario define la palabra abrazo como "aquella muestra o gesto de afecto que consiste en estrechar entre los brazos a una persona".
A mi edad, y después de haber entregado y recibido miles, creo que la definición se queda mas que corta si consideramos que este cariñoso apretón tiene el poder de calmar los nervios, aliviar tensiones y hacernos sentir protegidos de todo mal.
Y no es solo un apretón. Cada abrazo es diferente. Diferente en entrega, en intensidad y en intensión. Condolencia, consuelo, deseo, cariño. No, no todos los abrazos son iguales.

Y el destinatario. Todos tenemos unos brazos favoritos a los que recurrir cuando necesitamos sentirnos reconfortados. Una persona especial con quien fundimos alma, corazón y vida cada vez que coincidimos en uno.

Y lo que decimos mientras ocurre. Esas palabras que susurramos al momento de estar en amorosa confidencia de dos (o doscientos) minutos de cercanía y en tono de secreto: "Te amo inmensamente". "Te felicito,hijo". "Lamento mucho tu pérdida". "Regresa pronto, voy a extrañarte". Y así, según la ocasión amerite.

El sentimental, que no nos permite contener las lágrimas. El de "Señora desconocida en Misa", distante, comprometido y medio hipócrita. El apasionado, que nos roba el aliento. El largamente esperado, que nos sirve para compensar un largo tiempo sin vernos. El romántico, el mañoso, el fraternal. El abrazo.

Y los que tienen el poder de hablar todo aquello que no hemos dicho.

"Pero estamos mucho mejor ahora que antes, chula!" gritó , jubiloso, mientras se cerraba la puerta. "Y claro que lo estamos"-pensé. Hice cuentas: eran ya 19 años sin vernos. Y, en lo que le toma a una puerta de elevador el abrir y cerrar nos dimos un abrazo de esos que hablan. Yo entraba. El salía . Coincidimos, justo como sucedió cuando éramos patojos. Nos tuvimos cariño y parrandeamos mientras fue novio de mi amiga. Nos odiamos cuando cortaron (¿no es así que funciona la amistad?). Pero hoy, media vida después, nos reconocimos al instante, con amor y sin pleitos.
"Me divorcié. Y vos?" - "Yo no - "Hiciste bien"- " Vos también" (y es que, a esta edad, la pregunta es infaltable en toda conversación). "Los patojos?"-"Enormes"-preguntamos y respondimos al mismo tiempo. "Mano, no nos veíamos desde la última vez!"-dije (siempre irreflexiva). "No seas payasa"-respondió como siempre, solo que con voz de señor.
"Salimos adelante, nos logramos" le dije con un abrazo. Un abrazo que también decía "Perdoname las tonterías de niña inmadura. Yo no debí odiarte, vos te comportaste siempre a la altura. ¿Sabés? sigo pensando que, después de la ruptura, ella salió perdiendo. Y yo también. Eras un amigo muy querido. Y una excelente persona. Felicitaciones.  Has de ser re buen papá. Me alegro mucho por vos. Y buscame en Facebook. Que chilero verte, en serio". Todo eso decía mi abrazo.


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