domingo, 10 de agosto de 2014

La imprescindible Dosis Diaria de Drama que necesitamos


La imprescindible Dosis Diaria de Drama que necesitamos
(y de cómo José José ha ejercido una enorme influencia en nuestra vida). 

No me gusta mucho eso de echar la culpa a otros. En especial cuando se trata de mis propios sentimientos y percepciones. Culpar a terceros (o cuartos o quintos) por nuestras propias acciones es un mal hábito que, por salud mental, debemos abandonar. Sin embargo, escribir sobre el drama en las relaciones trae a mi mente a dos personajes en particular: Corín Tellado y José José. Y es que ambos son nombres sinónimo para esto del dramático modo de vivir el amor: ella por aportar la trama idílica y él por ponerle el soundtrack perfecto a este vicio del sufrir. 
Personalmente, puedo decir que no soy fan de la primera. Pero confieso que le he dedicado bastantes lágrimas a José José y su lírica.  Y no me arrepiento, es parte de la vida. De alguna manera, esto de amar y sufrir es algo que nos debemos a nosotros mismos. Una experiencia de vida obligatoria si es que buscamos madurar en las (siempre complicadas) cosas del amor. 

"Y es que amar y querer no es igual: amar es sufrir, querer es gozar" repite el Príncipe de la Canción en el viejo vinilo que atesoro desde mi infancia. 
¿Será por esto del "amar y sufrir" que cedemos el mejor de los lugares de nuestro corazón a aquel amor que nos hizo llorar como nadie mas? ¿Será que aquel individuo a quien le debemos las mas amargas lágrimas, los enojos mas viscerales y las mas largas noches de insomnio es a quien la vida nos ha asignado como nuestro gran amor? 

No tengo evidencia mas que circunstancial (propia y ajena) recolectada a lo largo de mi experiencia (como terapeuta, como amiga y como eterna enamorada), pero creo que  todo ser humano necesita una Dosis Diaria de Drama para sentirse feliz. 
Puede sonar contradictorio, pero procuraré explicar este fenómeno de las 4D de la mejor manera posible.  Ya verán que la Psicología me respalda en esta hipótesis. 
Empecemos con un poco de historia: desde el inicio de los tiempos nos encontramos inundados por imágenes de parejas idílicas que sostienen relaciones turbulentas (mismas que nos hacen suspirar a todo pulmón). 
Si observamos con atención, comprendemos que todas y cada una de estas parejas comparten un rasgo común: el nivel de drama novelesco entre ellos es perfectamente proporcional  a la cantidad de amor que se profesan mutuamente. Sea un idilio real o ficticio, consideramos que una pareja buena es aquella en donde hay bastante drama.
Es decir, a mayor drama, mas amor. Y viceversa. 
Para todo Romeo existe una Julieta. Para toda Frida hay un Diego. Y así, drama personificado para todos y para cada uno.
Es así como, a pesar de los años y las experiencias,  atesoramos la relación aquella en donde hubo mas drama, donde nos compenetramos profundamente con el otro, aquella en donde invertimos nuestras mejores lágrimas. La relación tormentosa que nos " hizo sentir vivos". 

Por otro lado, pregonamos (hipócritamente) que buscamos la estabilidad emocional en nuestras relaciones. Que deseamos una pareja que nos proporcione la tan anhelada seguridad eterna pues solo añoramos envejecer juntos y vivir en paz. 
Sin embargo sabemos que cuando falta el drama en nuestra cotidianidad, nos aburrimos. Y anhelamos con el alma aquel tiempo de adrenalina romántica, dudas, mariposas y el inevitable llanto. 

Y entonces, si nos encontramos ante una necesidad casi biológica de turbulencia dramática que compite contra la monotonía, el conformismo y el aburrimiento, ¿cómo hacemos para lograr una relación satisfactoria?
Es justamente aquí en donde debemos plantear un punto de diferenciación. 

Primeramente, estamos las personas emotivas. Digo, las que  mantenemos contacto cercano con nuestras emociones y que, de pronto, nos vemos confrontadas por estas. Si estamos enojados, contrariados, en desacuerdo o sencillamente amanecimos llorones, los demás van a saberlo. Y vamos a asegurarnos de ello escudándonos en la trillada actitud de "vivir genuinamente". 

Sin embargo, ejercitar eso del corazón roto, bolero y caja de kleenex a nivel profesional es diferente. Este grupo de personas son los segundos en cuestión. Dice la Psicología que hay quienes son adictos al drama. Sí, biológicamente adictos a la adrenalina y al estado de euforia que generan los conflictos. Estas personas- usualmente-viven las relaciones como sinónimo de drama, llegando inclusive a confundir “la intensidad” con el sentimiento real.  Y así es como los celos, las peleas y los gritos se justifican en su cotidianidad,generando la convicción de que todo este sufrimiento se vive en nombre del amor. 

Por tanto-y muy a pesar del mal ejemplo que nos plantea José José-el dolor, el sufrimiento, las peleas y las ostentosas reconciliaciones (tan comunes en las parejas dramáticas) no implican que la relación sea más autentica ni más profunda. 
De vernos identificados con esta problemática, será importante entender el por qué nos encontramos envueltos en este tipo de relaciones, especialmente si tendemos a repetir el patrón. Este será el punto de partida hacia una vida emocional mas sana. 

Como todo lo que vivimos, las relaciones que establecemos con otros tienen un propósito de aprendizaje. Es por medio de estas que buscamos la superación personal y logramos conocernos a nosotros mismos. 
Y entonces, ¿qué podemos aprender de una relación basada en el drama? 
Podemos aprender a perdonar, a manejar la rabia y la frustración. A ser mas empáticos y menos egoístas. A aceptar a otros y a vernos en el espejo de sus defectos. A valorarnos.
Dicen que el primer paso importante hacia la plenitud es aceptar nuestras debilidades y problemas. Que solo si estamos conscientes de los mismos podremos empezar a trabajar en solucionarlos.  Que de toda experiencia ganamos sabiduría.  Así que toca aprender, crecer y agradecer. Para esto es que sirven las relaciones, inclusive las dramáticas. 

Y por último podemos también aprender un par de canciones de José José, les prometo que no estarán de mas en el playlist de cualquier corazón. 
Larga vida al Príncipe. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario