martes, 14 de febrero de 2017

El desfile de los tristes (Felis día del k-riño)

El desfile de los tristes («felis Día del K-riño») «La queja es el desfile de los tristes», dijo mientras tomaba un turno. Sobre su cabeza, el rótulo de plástico verde mármol: «Ventanilla para toma de denuncias». Ximena Fuentes 13 02 17 Sucede a ambos lados del mostrador: en uno atiendo a dolientes y en el otro tomo un número del departamento de denuncias. Una nena llorando. La señora del ojo morado. Yo. Y si la queja es el desfile de los tristes, hoy soy la batonista. Mi número aparece en la pantalla: 520, atención a víctimas. Tres horas esperando para que una colega me diga que lo que me sucede no es importante, que la ley guatemalteca no me ha tomado en cuenta, que no estoy bajo tanto riesgo, que hay gente más jodida que yo. Tres horas para decirme que los gritos no han lastimado, que (según la ley) él no puede cometer violencia contra mí porque no somos amantes. Que encontrar orinada mi casa no es algo tan malo, que a muchas les ha ido peor, que, aunque denuncie hoy, mañana desestiman, que entonces para qué. «Lo mismo han de haberle dicho a la Siekavizza. ¿No cree?», le digo en tono sarcástico solo para no explotar. Y ella hace como que no sabe de quién le estoy hablando. Y yo quiero decirle que 22 folios de evidencia no narran las noches sin dormir y los vómitos de bilis, que a veces manejo despacio de vuelta porque tengo un enorme miedo de vivir en mi propia casa, que me vuelve loca pensar que tuve que ponerme violenta para que me permitieran denunciar que ese hombre ha sido violento conmigo, que me da asco tanta incongruencia. Tres horas de espera para narrar cómo el hombre ese me ha acosado, que tengo miedo y que a nadie le importa. Que la impotencia me ha quemado el sentir. Y que perfectamente entiendo que ella (la colega) sabe de eso: nos pasa a los empleados públicos, los que un día decidimos blindar nuestra alma. Que nos hacemos voluntariamente inmunes al veneno y de desdén. Porque la indiferencia es el único antídoto accesible para espantar la muerte. Que morimos a gotas y que, ya muertos, el alma sobra. Insensible. Sin hacer conexión, sin buscar la mirada. Esperando que den las cuatro en punto para huir. Huir para volver mañana. Porque este mismo día se repite por 20 años y luego me retiro y cobro pensión. Me ves aquí, pero no estoy. Tus quejas salen sobrando. Soy un empleado público y lo escuché todo ya. La jubilación me espera y las penas con pan y desdén son menos. Marco tarjeta. Guardo la lonchera dentro del archivo. Enciendo la radio. Cierro los ojos y recuerdo la enorme pila de expedientes ordenados sobre el piso. Uno de esos es el mío. Es mío y narra a detalle el miedo que he vivido durante estos tres últimos meses. Abro los ojos. Son las ocho en punto. Pienso en que anoche, después de todo, puse una denuncia que está entre la enorme pila de expedientes ordenados sobre el piso. Y que este pequeño triunfo de denunciar (ganado ayer y desestimado hoy) tiene sabor a lágrima. Yo solo quería que a alguien le importara y sé que no cumplí mi cometido. Pero no voy a llorar aquí. Cambié ya de lado del mostrador. Ayer fui víctima. Hoy soy empleada. Ayer era queja. Hoy soy desdén. Y en mi escritorio de empleada pública encuentro una bolsa de celofán con gomitas. Engrapada, una tarjeta hecha con pobre ortografía: «Felis Día del K-riño, lisensiada. Gracias por oírme». Me cuelgo el gafete blanco al cuello (ese que dice psicóloga) y me trago el nudo en la garganta mientras me dirijo a la ventanilla de quejas. «El que sigue». Y si la queja es el desfile de los tristes, hoy soy la batonista. [Fin] Ximena Fuentes Publicado en: https://www.plazapublica.com.gt/content/el-desfile-de-los-tristes-felis-dia-del-k-rino

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