domingo, 20 de septiembre de 2015

Corazón de volcán-De la película Ixcanul

"Esta película debería tener como soundtrack la famosa canción de José José", les dije en tono de broma. Y es que hago eso-bromear-cuando siento una lágrima trabada en la garganta y la circunstancia no me invita a dejarla salir. Sí, a veces me traicionan. Las lágrimas,digo. Pero al menos las luces estaban apagadas. La película estaba ya por terminar.


Ver Ixcanul fue como verme en un espejo. Y es que yo soy María.
Soy María, mujer. Soy María, enamorada. Soy María, largos silencios. Soy María, volcán.
Y pude verlo en sus ojos. Puede verlo porque sus ojos son los míos. Los míos: color del café tostado -algo arrugados ya-pero que nunca se cansan y tanto dicen.

Y me reconocí en todos y cada uno de los instantes en los que María veía a su amor.
Y recordé aquella vez que le prometí-con chispitas en los ojos-salir de mi escondite al escucharlo llegar. Y las muchas veces que anhelé acompañarle. Y cuando lloré al perderlo. Y los largos caminos de pasos silenciosos que recorro (aún) pensando en donde estará hoy.
Justo así como hizo María. María enamorada.

Y me reconocí en su vientre. Vientre de volcán. Palpitaciones y anhelos.  Todas y cada una de las veces que lo acariciaba con infinito amor y esa incontenible fuerza gestante de sueños y destinos a la que tan sabiamente llamamos vida. Y en el milagro de ser madre.

Me reconocí también en sus manos fértiles. Manos dispuestas. Manos multiplicadoras que asumen y se hacen cargo. Manos que resisten con fuerza y se entregan en cada caricia dada.

Me descubrí también en su mirada. Mirada cegada por un velo. Velo impuesto que aceptamos a regañadientes porque pensamos no nos queda de otra. Maldita sumisión.
Maldita porque deja sabor amargo en la boca y un yugo infinito en el alma.

Reconocerme: ojos, vientre, silencios, manos. Y en el corazón de volcán. Corazón ardiente que entiende el mundo es muchísimo mas amplio que lo tenemos a vista.
Corazón que sabe que los velos y los yugos se arrancan a voluntad.
Corazón que sabe amar. Y ama como tormenta, como tornado, como golpe de mar.
Y reconoce no hay otra forma de hacerlo.
(Continuará).



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