domingo, 5 de octubre de 2014

De poeta y loco todos tenemos un poco. Una historia escrita con anhelos y palabras

De poeta y loco todos tenemos un poco
Una historia escrita con anhelos y palabras

De niña fui aquella que siempre se sintió atraída hacia las artes.
Tan atraída que (después de desistir de una fructífera carrera como empacadora de regalos en Cemaco) decidió imaginar que sería una escritora famosa.

Empecé mi vida "independiente" y el camino hacia mis propios sueños en el momento en el que mi madre (con ojos llorosos ella, siempre protectora) me dejó en el colegio.
Y yo, con firme paso me acomodé los anteojos, agarré fuerte mi lonchera de Strawberry Shortcake y enfilé al Primer grado de Primaria.  Fue justamente en ese año que aprendí a escribir y me apropié de mis esperanzas y anhelos.

Lo recuerdo como que hubiera sido ayer. Anteojos, lonchera y trenzas. Y es que fue justamente ese día en el que Ximenita, la nena a la que nunca le gustó jugar de casita y que siempre detestó los deportes, encontró el anhelo de su corazón: las palabras.

Con el pasar de los años, la vida me sucedió. Treinta años de estudios, amores, maternidades, errores y obligaciones han pasado desde entonces. Toda una vida que, al parecer, me había alejado de mi propósito con las palabras.
Y me pasó muchas veces: me sentí apartada de mi camino. Y sufrí, me rebelé, me reproché el fracaso. Sentí que, sin vivir mi anhelo, había perdido la dirección y el sentido.

Durante ese tiempo cometí muchísimos errores. Unos mas tontos y mas desconsiderados que otros.  Y, como era de esperarse, cada error trajo sus lecciones.
Durante treinta años, el destino me había llevado de la consejería al comercio a la fotografía a la docencia. Todas ellas actividades muy gratificantes (e inclusive lucrativas) y, sin embargo, no eran lo que yo había soñado para mi vida.
Muchas veces sentí que estas actividades y aventuras me habían distraído de mi llamado verdadero. Frustrante.

Pero hoy lo entiendo, nunca perdí el rumbo. Han sido estas frustraciones y sus enseñanzas las me han llevado justo al lugar en donde debo estar y donde este mes de septiembre me encuentra: escribiendo el guión de mi vida.  Y lo escribo con cada decisión que tomo. Con cada derrota. Con cada paso que doy.

Hoy puedo decir que he cumplido mi anhelo pues son las palabras las que me hacen lo que soy: una mujer con el corazón roto, pero con la ilusión intacta. Una eterna nena de anteojos, lonchera  y trenzas que sonríe contando esta historia.


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