sábado, 11 de julio de 2015

De lo que somos antes y después de un gran amor


"Las dos Fridas" es-sin lugar a dudas-mi obra favorita de esta genial artista.

Y es que no hay nada mas poderoso que dos mujeres con corazones enormes y tomadas de la mano.

Dos mujeres o una sola, creo es esta incierta dualidad la que realmente da fuerza a la obra.

 

Fuerza. Y es que no se es la misma después de sobrevivir a un gran amor. Al menos es lo que yo entiendo.

La genial (su) Frida me respalda. Estos amores de una sola vez en la vida son eso: kryptonita nuclear que igual destruye que ilumina el campo de batalla que es nuestra alma. Y nos sucede como en la lucha libre: en una esquina la mujer con el corazón roto.  Roto pero que sigue amando con todos y cada uno de los pedazos y hasta con las migas. La valiente mujer que se dio permiso para sentir. Sentir a completa capacidad a pesar del Apocalipsis personal evidente. El remanente de la vida post impacto, llamémosle.

 

Y en la otra esquina, el después,  la mujer completa. Herida, sangrante pero fuerte. Repuesta. Digna. La que guarda un lugar especial en su corazón para aquel individuo que alguna vez fue tornado en su alma. Y los ojazos debajo de esa única ceja. (aquí podría hacer referencia a la famosa malagueña pero la broma no aplica)

Los ojos de fuego de la Kahlo parecen decir: "Mirá, te guardé un lugar en el Salón de la Fama de mi corazón. En el VIP. Me repuse y te reconozco como gran maestro. Gracias.  Gracias siempre. Antes de vos era yo un lienzo en blanco. Un sencillo y primitivo bosquejo a lápiz. Con una que otra gota de sentir, claro. Pero blanca: sin trascendencia ni interés. Blanca.

 

Y es que no se es la misma después de sobrevivir a un gran amor.

Y digo sobrevivir, porque si me preguntan cuándo estuve lo más cerca posible a la muerte, la respuesta verdadera sería la mañana en que te escuché decir que ya no me amabas.  Ese mismo día fue que mi (su) Frida blanca empezó a morir.

Recuerdo haber visto el piso cerámico tratando de hacer sentido de esas palabras. Y las escenas de tiempos felices y juntos pasaron por mi cabeza sin misericordia. Recordé cuando nos conocimos. Recordé cuántas veces nos amamos. Y cuánto nos herimos. Y las mil formas en las que nos dejamos. Mucho tiempo ha pasado desde entonces.

 

La blanca murió. Y hoy soy color. Soy color a pesar del cielo gris en el fondo. Soy vibrante color sin filtro ni medida que no se destiñe con ninguna lluvia. Color.

 

?Qué, qué me pasó? Me preguntás. Vos, vos me pasaste. Y te lo agradezco. Te lo agradezco siempre".

 

El diálogo se detuvo por un minuto y ambas (su) Fridas sonrieron en complicidad. Y es que no hay nada mas poderoso que dos mujeres con corazones enormes y tomadas de la mano.

(Continuará)

 

 

 


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