sábado, 17 de enero de 2015

De cuando el futuro llega y nos encuentra desprevenidos, pero sonrientes

Calculo era 1985. Me recuerdo haciendo una larga fila a la entrada del cine Las Américas. Trenzas, anteojos y poporopos en mano (de esos que estaban siempre fríos y sabían a recalentado) en compañía de mi mamá y una amiga del colegio llamada Marielos (de quien, por cierto, no he vuelto a saber desde entonces). Era yo la nena de ocho años deletreando en voz alta el cartel a la entrada de la sala con la tortuosidad de alguien que acaba de aprender a leer y quiere asegurarse de hacerlo correctamente: "v-o-l-v-e-r-al-fu-tu-ro". "Volver al futuro". ¿Volver al futuro?. No me hacía sentido. ¿Cómo volver a algo que no ha sucedido? ¿Cómo regresar a un tiempo que no ha pasado?. Volver al futuro.
No me imaginaba que estaba por ver una de esas películas que nos marcan la vida para siempre. Una máquina del tiempo, un protagonista bastante mas que guapo (para las que nos gustan los chaparritos) y una aventura increíble: la posibilidad de viajar al futuro y dar un vistazo a lo que el destino nos guarda.
En la película, el futuro se fijaba en un lejano 21 de octubre del 2015. Sí, 2015. Y, entonces, esto quiere decir que el futuro llegó. Llegó y me encuentra (para variar) bastante desprevenida.

Desprevenida y frente a varias encrucijadas. Con importantes decisiones pendientes de tomar. Sancho y Quijote de este viaje que no quiero termine (y es que estoy segura de que hay mas futuro por delante).
Me encuentra inquisitiva y motivada. Humana: clara en mis virtudes y defectos.  Convertida en una apuesta arriesgada pero que bien vale la pena.

Este futuro me encuentra convertida en mujer. Una mujer que, a estas alturas se preocupa, tanto por la franja de Gaza como por su propia talla de pantalón.

Una mujer que,por experiencia propia, le tiene poca a fe a los planes demasiado elaborados. Porque cuando de prioridades se trata, no es posible planificar.
Y es que la vida es un minuto risa y uno llanto. Uno moda, ataque terrorista, justicia y loncheras para los hijos. Otro sueños propios, genocidio, profesión, emociones y canasta básica. Y así por 24 horas los 7 días de la semana. Nada de planes elaborados. Hoy. Mi único plan para hoy es que no exista un pasado mejor. Y recordar que el futuro es siempre sonriente.

Como David contra su Goliat, así mismo me encuentra el futuro.
Ciento sesenta centímetros de alto, mitad valor mitad piernas temblorosas.
Valerosa, gigante, desprevenida, pero sonriente. Así es como me encuentra el futuro.

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