sábado, 20 de diciembre de 2014

Navidad y Diversidad: un verso sin esfuerzo (parte 2)

Nos vimos hoy. Compartimos una hamburguesa y la misma buena charla de siempre. Que si el amor. Que si el dinero. Que si el futuro.
"Con tres meses tengo, vos. Dame 90 días y  vas a ver todo lo que hago en ese tiempo"-me dijo con su voz tan convincente y sus ojones negros.  "Ya mucho, vos. Es tiempo ya de levantar. Dame noventa días". Y yo le creo.
Nos conocimos hace 20 años, pero esto de conocernos de verdad es reciente. La vida nos reunió en un momento crítico para ambos e increíblemente, nos hemos acompañado. Lo he visto mal. Y re mal. Caído y machucado. Y,sin embargo, allí está: fuerte. Mas  fuerte que Rambo (aquel que se curaba las propias heridas). Tan fuerte que, sea como sea,  siempre tiene un consejo y un abrazo para mí (para mí, la loca de insignificantes dramas. La loca que no confía sus secretos a casi nadie. La loca que no le abre el corazón a cualquiera).
Me ha mostrado el valor del desapego. Y hoy, bastante tiempo después, me veo ante la increíble oportunidad de aplicar lo que con tanto amor y su ejemplo me ha enseñado.

"No nos dimos regalo pero espero tengás  una feliz navidad"-me dijo luego de un breve abrazo. Y yo, siempre de acción retardada, no alcancé a decirle lo que estaba pensando.
Lo vi tirar la colilla del cigarro a medida que me alejaba. Rudo. Fuerte. Escondido detrás de sus eternos anteojos oscuros. Pero, al verme ya lejos, me dio una de sus sonrisas sinceras y me dijo adiós con la mano. "Mi amigo. Me diste el mejor regalo del mundo: me diste esperanza".
Y así es que empieza este 2015: con la esperanza de un mañana mejor.
Que sean todos bendecidos con un reencuentro: con amigos, con viejos gustos y con ustedes mismos.

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