sábado, 13 de diciembre de 2014

Diversidad y Navidad: un verso sin esfuerzo (parte 1)

Una canción navideña y los montones de luces me llevan al lugar menos probable del mundo: la hermosa ciudad de Guastatoya. Y es que, por razones de trabajo de mi papá, solía yo pasar allí las vacaciones decembrinas.

Calor del infierno pero un árbol navideño nevado, justo al lado de la piscina.
"I wanna wish you a merry christmas" cantaba José Feliciano en la rockola (de aquí es que surge mi eterna fascinación con estos fantásticos aparatos que le he pedido a Santa desde entonces y aun no hay modo).
Sentada, en calzoneta y descalza, como Judas moderno con una bolsa de monedas en mano. "From the bottom of my heart" una y otra vez.
Tiempo aquel en el que la mas importante decisión a tomar era utilizar las monedas para un helado de hielo o escuchar un par de veces mas la canción de Feliciano.

Helado de hielo con sabor a jocote y agua sucia en diciembre. Arbol nevado con escarcha plástica a la orilla de una piscina bajo un ardiente sol tropical. "I wanna wish you a merry christmas" en calzoneta y descalza. Es dentro de esta misma diversidad (que podría parecer incongruente) que se desenvuelve mi vida. Y eso debo agradecérselo a mis padres. Y es que, claro, en mi casa el sentimiento de diversidad  incongruente era (es) la única constante.

Nada religiosos, pero con un enorme nacimiento que ocupaba la mitad del corredor de entrada. Un niño Jesús gigante (tanto, que opacaba a sus padres y mascotas) vestido con un traje brillante que durante el resto del año pertenecía a un peluche. Un Belén que parecía celebrar la post guerra (pues permanecía rodeado por soldados plásticos de esos que se hicieron famosos después de Toy Story), dinosaurios con las fauces abiertas, Legos y el Corvette rosado de la Barbie. Diverso.
Mi papá descamisado y con el cigarro encendido mientras vaciaba el aserrín de colores sobre una tabla. "Dense gusto pues, patojos". Mi mamá, escoba en mano, murmurando alguna sandez. Y mis hermanos jugando a rehenes mientras se hacían amarras con los cordones de manzanilla.
Papa, podemos balinear a los aldeanos después?"-preguntaba Jorge con una sádica sonrisa y una encendida chispa de brillo en los ojos profundamente negros-  "Va, pero solo agarren dos cada uno. Qué chingan". Y a los muñequitos de barro les temblaban sus piernitas de alambre.

Navidad, diversidad. No por gusto riman. Y es que es justo en esa diversidad que podría parecer incongruente que se hace evidente la lección: es con mi familia con quienes puedo ser. Ser tal y como soy.
Sin filtros de censura, sin juicios. En mi familia no nos reprimimos ni adornamos sentimientos. En nuestras conversaciones igual caben las lágrimas y los consejos, las opiniones y los chocolates, las carcajadas y hasta los insultos. Y diciembre es eso: un espacio para reencontrarnos. Reencontrarnos tal y como somos: diversos. (Continuará)

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