viernes, 25 de noviembre de 2016

San Givin: un agradecimiento

"Comé huevo"  decimos las chapines. Y es que-a veces-toca. 
Siempre me ha fascinado eso de relacionar comida con emociones y momentos.

Fiambre con sabor a abuelita.
Chocolates de esos que saben a complicidad con vos mismo. 
Frijolitos con sabor a hogar. 

Me pasa así con el recuerdo de mis 15 años, por ejemplo. 
Garden salad con crutones. Garden salad con crutones de buffet de 2.99 dolares que compartí con mi familia. 
Otras niñas tuvieron limosina y viaje. Yo tuve a mis padres y hermanos luciendo sus mejores galas en un momento que-24 años después-atesoro como a nada.
 
Aun antes de Trump era difícil ser recién llegados a un país que te recibe con hostilidad y recelo. País en el que las oportunidades están, pero no tan cerca como uno cree. 
En ese tiempo mi papá escribía el horóscopo para un periódico que nadie leía, ese fue su trabajo por un tiempo. El escribía futuros prometedores y yo cumplía quince años. 

Los santos gringos, decía mi viejo, son San Givin y San Ababitch. California sabía a discriminación, a sueños por cumplir, a trabajo arduo y a Garden Salad con crutones. 
Fue allí también que aprendí a comer pavo. San Givin mientras nos llevaba San Ababitch. Gratitud en tiempos de tormenta. Y por eso es que celebro. 

Este año fue pavo fiado con mis hijos. Estos tiempos no han sido los mejores, pero agradecí a mis patojos cada muestra de solidaridad. Su entereza ante las adversidades y que no protesten por todos los fideos baratos que nos ha tocado comer últimamente.  Fideos baratos que saben a esperanza, pavo fiado que sabe a promesa de tiempos mejores y abrazos sinceros. Esta fue la cena familiar.

Eso y la mejor enseñanza de todas las que puedo heredarles, y es que no importa si es pavo o tamal. Fiambre o cranberry sauce. Lo verdaderamente valioso es estar agradecidos todos los días: incluso aquellos en los que el menú incluye un poquito de mierda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario