domingo, 27 de marzo de 2016

Todos somos Judas (Reflexiones de comedor)

Mesa de fórmica. De fórmica y con esos perfectos anillos de agua que destilan los litros bien fríos. Sal, chile y un clavel en la mesa. Viernes de dolores en un comedor de pueblo, la película de Jesús en el canal 3 y el zumbido de un ventilador al fondo. Un litro y sandalias pa' que refresque. La vida siempre sabe amarga. 

 

Veo la película con particular avidez, como quien no se sabe la historia. Espero-ingenua-un final diferente. Tener esa esperanza (la del final feliz) es un reto a nuestra condición humana. Sabemos-cada vez-que las victorias y las derrotas tienen el mismo sabor. Que las sonrisas son insípidas, siempre. La vida es amarga. Amarga y con el ácido y la sal voluntariamente agregada porque es precisamente en el matiz de sabores que está el placer. En el matiz de sabores y en los besos. 

 

Los besos. Tantos hemos dado. Tantos quedan por dar.

Tantos de amor, de pasión, de traición.  Y digo de traición pues esos son los mas memorables. Hervimos en culpa sintiendo un incendio en la mejilla cada vez que ese sabor a beso traidor nos empalaga. Beso con olor a lágrima rabiosa que se enciende con la mas leve brisa, y es que la traición es así: ardiente.

 

Yo te traiciono. 

De pensamiento, de palabra, de omisión. 

Te traiciono con todo lo que prefiero callar. Con mentiras blancas y mentiras negras que te digo a voluntad. Con todas las veces que te envidio y te deseo el mal en silencio. 

Te traiciono con palabras, te traiciono con silencios. Y con besos. Te traiciono con besos ardientes. 

 

Yo me traiciono. 

De pensamiento, de palabra, de omisión. 

Me traiciono con esos malditos olvidos voluntarios. Con momentos de cobarde prudencia que me permito demasiado seguido. 

Me traiciono con indiferencia, me traiciono con ceguera. Y con todo lo que me he negado a sentir. Madre, lo que me he negado a sentir.

 

Yo te traiciono. Yo me traiciono. 

Y luego busco un perdón que me libre de la condena, de la asfixia culposa, del suicidio. Perdón con sabor a beso traicionero que despide amores y mata posibles mañanas.

 

Y la película de Jesús. Sangre, traiciones y besos. La posibilidad de un final feliz-en este y en todos los demás casos-es tan efímera como el humo que desprenden las tortillas (ya tostadas) en el comal. Cerveza amarga, vida sabor a hiel.

 

Todos somos Judas. 

(Continuará).

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario