35 años.
No son pocos, pero tampoco son
muchos.
No soy tan joven, pero tampoco tan vieja.
Soy inmadura en muchas
formas, especialmente cuando de bromas y risas se trata. Pero también sé ser un
adulto asertivo cuando hace falta.
Puedo andar muy cool en la calle sin que me
de pena subir el volumen al radio y cantar. Soy lo suficientemente joven para
valerme de mis encantos y soy justamente vieja para saber que la vergüenza y el
recato no valen de nada.
Solo en mi playlist de vida comparten escenario Adelle
y Miriam Hernández .
A mi edad, puedo decir que tengo la suficiente
experiencia: ni me asusto ni me dejo de impresionar.
Si me babosean es por que
así lo quise.
Y soy joven para hacer planes y respaldarme en la certeza de
poder cumplirlos.
Calores, de hormona y de calentamiento global. Me dan lo
mismo.
Y mi cara! Mi cara de señora-joven con igual número de pecas que de
arrugas. Nada que un poco de maquillaje y actitud no compongan.
Hoy, a mis 35,
justo cuando la vida más me sonríe, le pido a Dios una sola cosa.
Le pido que,
sea por el Apocalipsis o por la Osteoporosis, la muerte me encuentre vacía y
libre.
Vacía porque dí todo lo que tenía. Y libre porque así lo quise siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario