sábado, 28 de marzo de 2015
Viva Viktor. De los golpes, la sobrevivencia y las piñatas
sábado, 21 de marzo de 2015
De la música del corazón y las canciones que son personas
Hay canciones que son personas.
Canciones que nos llevan a un momento específico. Que nos conectan con un sentimiento sin importar en dónde estemos. Canciones que forman parte del playlist de nuestra vida. Notas musicales que marcan el ritmo de nuestro sentir, canciones del corazón: así es como les llamo.
Hoy me pasó. Estaba yo en medio del tráfico y, de pronto, esa musiquita introductoria: como ninguna (esa que te hace mover las caderas, aquellas que no saben mentir).
Y me dio vuelta la barriga. Como todas y cada una una de las veces que escucho esa canción, me vi transportada a la lejana Patagonia. Nerviosa, emotiva, expectante.
Me llevó 4 días llegar hasta el lugar en donde estaba ella. 4 largos días de aeropuertos, ciudades y desiertos interminables. Y al fin llegué. Tenía exactamente un año de no verla. Separarme de ella ha sido lo mas difícil que he hecho en mi vida. Sin duda.
Confieso que, en ese momento, me dio miedo asustarla con un saludo demasiado efusivo ( aunque el corazón ya me explotaba). Había imaginado este momento mil veces y ahora no sabía que hacer.
Decidí permanecer quieta y esperar a que ella diera el primer paso (y es que las mujeres fuertes no sabemos ser vulnerables frente a otras de la misma especie).
Se paró frente a mí y mis rodillas traicioneras. Y fue en ese instante que lo entendí (esas certezas que nos caen como rayo) : estamos conectadas para siempre. Ella es yo y yo soy ella. La amo como a nadie jamás. Ella es la mujer de mi vida. Todo eso me golpeó de frente en un solo segundo.
Me miró de arriba a abajo con esos ojazos negros, como reconociéndome. Segundos que son eternos. No mas sonidos que el de mi acelerado pulso.
Con voz demasiado segura para una nena de casi 4 años y un acento inconfundiblemente gaucho me preguntó, inquisitiva: "Y...vos sos mi tía?". Creo alcancé a mover la cabeza en afirmación, no me acuerdo. Siguió la inspección visual y el interrogatorio: "Y a vos, también te gusta la Shakira?". Recuerdo haberme sorprendido y dudar sobre la respuesta que debía dar. Pero, sin dejarme responder, siguió: "Es linda, no?". Y tomó mi mano con la seguridad que solo puede darnos la pertenencia.
Y yo jamás encontré ojos así, como los que tiene ella.
sábado, 14 de marzo de 2015
Los fantasmas del amor futuro: ni capa ni espada, solo realidad.
"No trae capa puesta, pero te prometo que el amor viene volando"-le dije sonriendo a mi paciente. Suspiró con alivio mientras se secaba las lágrimas. "Segura?"-"Sí".
Y es que esta chica tiene miedo de que el amor no la encuentre. Lleva ya 29 años esperándolo,según me contó la primera vez que nos vimos.
Fue justamente en esa ocasión que me dijo: "Quiero un caballero. Caballero de capa y espada, tal y como debería de ser"-en un tono demasiado rígido para ser tan joven.
Y allí estaba, lo reconocí al instante: el peor de todos los fantasmas. El infame "debería de ser". Esa irreal expectativa con la que cruelmente medimos y comparamos. Ese fantasma inalcanzable que no nos permite ver la riqueza que tenemos frente a nuestros ojos. El "es" no es suficiente. El "debería" siempre es mas.
"Capa? Como la de Superman? Tipo Walter Mercado o de lluvia?"-pregunté en tono serio y levantando la ceja (así lo como hacemos los psicólogos). Me miró con ojos sorprendidos. "Capa. Como la de los príncipes, creo. Aunque ahora que lo pienso, se vería bastante ridículo, no?"-"Bastante"-aunque entre lágrimas, volvió a sonreír.
Y es que los príncipes soy muy pocos: el de Asturias, el de Cambridge y el de Mónaco. Y, según entiendo, todos lejanos e inaccesibles. Y no usan capa (a menos que esté lloviendo). Espada, corcel y título nobiliario: ningún hombre va a cumplir con esas expectativas. Y ese hecho es digno de celebración. Nada de cuentos.
Y, entonces, toca enfocar nuestros deseos y solicitudes. Nada de idealizaciones.
Urge botar las ideas de príncipes y princesas para aceptarnos como los hombres y mujeres falibles y defectuosos que somos: porque es hasta pasada la batalla que descubrimos lo valientes que somos.
Y, entonces, anhelemos un hombre con guerras. Con cicatrices. Con experiencia.
Seguro será así: nos enamoraremos de alguien que tiene el corazón roto ya. Corazón con remiendos. Uno que ha permanecido "fuera de servicio" por algún tiempo.
Y nos toca ser cautelosos. Y pacientes. Amar a distancia. Respetar los límites impuestos. Preparar terreno (después de todo, hemos aprendido a apreciar) Acompañar. Esperar pacientemente el día en el que ese corazón esté dispuesto a amar de nuevo. Momento en el que el príncipe caído nos perciba como la prometedora oportunidad que somos (y no como una eminente amenaza). Y ya.
Sentí caer al suelo el manto brillante de Walter mientras me decía: "Y es de las cicatrices y botas polvorientas que nos encariñamos. Sobre capas caídas es que nos enamoramos de verdad. Y la recompensa es esa: mucho, mucho amor".
sábado, 7 de marzo de 2015
Cuestión de tiempo (y no es malo lo que siento): los fantasmas de los amores presentes (parte 2)
La favorita de mi favorita. Banda y canción: infaltables en mi playlist de vida desde siempre. Pero esta melodía (que debió ser poema) nunca tuvo mas sentido que en este tiempo: tiempo difícil para amar.
Y sí, lo confieso: ha sido difícil. En especial para mí, que me creo inmune a esto de los vaivenes del corazón. Pero, claro, el entrenamiento kaibil emocional que me atribuyo y ha acompañado a tantos en el camino del amor no ha funcionado-en mi caso- tan bien como esperaba. Cuchillo de palo en casa de herrero, dice en refrán.
Lo mas difícil, creo, fue aceptarlo. No soy tan salsa. No me las sé todas. Y no estoy en mi mejor momento. Para cualquier otro podría ser algo sencillo de exponer. A mí me fue muy difícil. Este tiempo de tan significativo reajuste emocional me ha llevado a cuestionarme mi futuro, mi profesión e inclusive mi capacidad humana. Y verme vulnerable ante todos aquellos a quienes alguna vez ayudé me hace sentir bajo la lupa. Cuestionada en mi propio fundamento. Incongruente.
Pero esta necesaria y mas que urgente exposición me ha permitido ubicarme en una nueva realidad. Y, claro,a veces me asusto. A veces me siento sola. Y casi siempre, me abruma la expectativa. El futuro que (ingenuamente) creía tener planeado me sorprendió con una nueva vuelta. El resultado es que, hoy soy humana. Hoy soy "de carne y hueso".
Estas dos últimas han sido largas madrugadas de desenmarañar sentimientos que había tenido trabados en la garganta por bastante tiempo ya. Negación y minimización, sobre todo. "Solo pensamientos, no es momento para hablar", tarareo.
Sueño una libertad que pronto dejará de ser sueño. La siento tan cercana que me es palpable. Pero aun no llega. Aun no.
Son las tres de la mañana y lo único que anhelo es tomarme un café con Alix Bauer y su dulce voz.
A Alix le diría, "El que arriesga no pierde nada. No pierde, solo gana".
Y esto es válido tanto en el juego como en el amor. Ganamos valor, ganamos experiencia, ganamos siempre. Y el tiempo. Después de tanto, la vida (al fin) nos permite un amor real y sin idealizaciones. Un amor humano.
Ganamos las orgullosas cicatrices y las llevamos como medallas sobre el pecho. Nuestros ojos reflejan, ahora, la única certeza humana: el amor vale la pena. Vale la pena todas y cada una de las veces.
Puedo ser hoy una ciudad en ruinas. El remanente después de un fuerte tornado. El minuto justo después de que ocurre un tsunami. Pero el fantasma de los amores presentes me escuchó susurrar: "Mírame, soy cuestión de tiempo". (Continuará)